Recuerdos de Vacaciones
Imagen tomada de soho
Un articulo de la revista Soho me ha hecho evocar memorias de aquellos paseos del Grupo Galarcio al Rodadero (en su mayoría de veces), Cartagena o incluso Sabanalarga, y que precisamente eran en estas epocas. Siendo conciente de que el artículo es bastante cachacon he decidido escribir un pequeño post refrescando mis memorias y recordando mis vivencias con el grupo. Esas fueron aquellas épocas de estudiante en las que al acercarse el fin de semestre o algún puente íbamos pensando en pegarnos el viajecito al apartacho de Hugo con el fin de mamar ron, tomar playa y sol, e ir a la caza de cachaquitas.
Impelable alquilar la popular carpa para refugiarse del sol
El primer tema a arreglar siempre fue el presupuesto que incluía los que calculaban uno de 50 lucas por día, hasta los que decían: “viejo, con 30 barras voy bien pa’ todo el puente”. Pero sea cual fuese el caso los primeros días siempre fueron los de más gasto, cuando se tomaba Old Parr y se almorzaba en el Banano, mientras que los últimos días la cosa cambiaba y la “vaca” pa’l aguardiente incluía todo el menudito de los días anteriores, y a la hora de comer hasta el “combo navideño de Presto” estaba fuera de presupuesto, y tocaba improvisar con un lata de frijoles en un bordillo, una arepa de 500 o cuando mucho un “sencillo”. Por eso muchos decidían no guardar apariencias y se paseaban el último día con la “pintica de mondao” mientras otros los acusaban de espantar a las viejas. Y ni que decir del transporte, a la ida contratación de taxi expreso, y a la venida hubo hasta quien tomara un bus pullman de esos que paran de pueblo en pueblo, montan vendedores de chinchurría, y llevan hasta gallinas.
Cada quien con su pinta playera antes de una caminata
De la playa siempre quedan buenos recuerdos, sobre todo los del primer día, como los de aquel que “de salida”se le perdió la ropa, del que quedo con el pecho blanco por usar bloqueador de “muestra gratuita”, los que aparecían con pinta de licra y pañoleta haciéndole la competencia al “pirata”, o los que compraban las “gafas molotov” o unas “gafas de bebe” creyéndose ver como todo un Tom Cruise. Eso sí, cada quien con su pinta, pero no puede faltar la popular caminata a lo largo de toda la playa para inspeccionar el “casting”, y alguno por ahí lanzarse al ataque. Y pasando de la playa a la casa, nunca faltó una que otra “peleita” por una toalla mojada, una foto cómica, o una broma de media noche al estilo militar (un papá Noel o un tigrillo, suena?), y hasta a uno por ahí se “le daño la moto” por eso. Y en la cocina a sufrir, porque hasta a “el cocinero del paseo” se le quemaban los spaghetti, aunque hay que reconocer que más de una vez salvo la patria y, con virtud o por hambre de los demás, más de uno se comió hasta el “cucallo”.
La inmondable fiesta casera para estirar el billete
Que bien que estos paseos se repitieron más de una vez y que han dejado muy buenos recuerdos y anécdotas, suficientes como para seguir escribiendo, y como para que cada uno agregue sus comentarios de detalles omitidos, pero como dice Diomedez: “se las dejo ahí”, hasta el próximo paseo, quizás menos cómico pero no menos emocionante.
(Las vivencias relatadas aquí inspiraron la Versión Strikes Back de este escrito)